Si tomamos las cosas por el lado del tiempo, Rossini es lo más opuesto que podamos imaginar a Janácek. Si este último tuvo una eclosión de creatividad a partir de los sesenta años, Rossini dejó de componer óperas a los treinta y siete años, y desde ese momento hata su muerte, a los setenta y seis años (¡casi cuarenta años!) se dedicó a llevar una vida de bon vivant y de gourmet (ahí están los famosos canelones que llevan su nombre como testimonio). Su situación financiera lo permitía y además contaba con el invaluable consejo de Alejandro Aguado, del cual hablamos en la entrada anterior.
Para ese entonces vivía en París. La Cenerentola fue escrita en Italia, en el período más fecundo de su vida, en 1817, el año siguiente al del estreno del El Barbero de Sevilla, su ópera cómica más famosa. Acá podemos escuchar la obertura, que ya nos pone en ese chispeante clima de comedia, por orquesta del Met de Nueva York bajo la dirección de Maurizio Benini.
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