domingo, 26 de septiembre de 2010

De cómo el compositor italiano hace amistad con el general sudamericano



La foto tiene que ser anterior a 1944, porque en ese año los nazis, derrotados, quemaron el château Petit Bourg. En las sucesivas residencias que hubo en este lugar se alojaran entre otros dos reyes de Francia (Luis XIV y Luis XV), Pedro el grande, zar de Rusia y Napoleón Bonaparte.
En la década de 1830 (¡signo del cambio de los tiempos!) fue adquirida por un banquero español, Alejandro María Aguado. Siendo oficial del ejército español había decidido pasarse al ejército francés en el momento de la invasión napoleónica a España. Una vez derrotados los franceses en España se exilia en Francia donde demuestra una enorme habilidad para los negocios, que lo convierten, a través de operaciones financieras y bursátiles (entre otras cosas, gracias a los negocios que le permitieron sus contactos con Cuba y con Méjico, fundó un banco) en el hombre más rico de Francia.
Este rico banquero fue además un gran mecenas de artistas y entidades artísticas. Honoré de Balzac y Gérard de Nerval eran visitas habituales en Petit Bourg. Pero ante todo Aguado era un apasionado de la ópera, que entre otras cosas financió a la Ópera de París y al Teatro de los Italianos. Fue muy amigo de Gioachino Rossini, que pasaba largas temporadas en Petit Bourg. Allí compuso su útlima ópera, Guillermo Tell. Era tanta la admiración del marqués (¿ya había dicho que se le otorgó un título de nobleza en agradecimiento por los servicios prestados a la corona española?) por Rossini que las calles del parque de Petit Bourg tenían el nombre de sus óperas.
Allí el músico italiano entabló estrecha amistad con un general sudamericano, con el que solían tener largas charlas. El general era un ex compañero de armas de Aguado, y frecuentemente se lo veía en el palco de Aguado en la ópera, un tal José de San Martín.
Aguado, que murió de un súbito ataque de aplopejía en 1842 tenía tanta confianza en San Matín como para nombrarlo su ejecutor testamentario (¡de una de las fortunas más grandes de Europa, tanto de inversiones y propiedades como en obras de arte!) y tutor de sus hijos. El general se ocupó de la delicada tarea, y hasta donde yo sé, no hubo quejas.

Obertura de La Cenerentola

Si tomamos las cosas por el lado del tiempo, Rossini es lo más opuesto que podamos imaginar a Janácek. Si este último tuvo una eclosión de creatividad a partir de los sesenta años, Rossini dejó de componer óperas a los treinta y siete años, y desde ese momento hata su muerte, a los setenta y seis años (¡casi cuarenta años!) se dedicó a llevar una vida de bon vivant y de gourmet (ahí están los famosos canelones que llevan su nombre como testimonio). Su situación financiera lo permitía y además contaba con el invaluable consejo de Alejandro Aguado, del cual hablamos en la entrada anterior.

Para ese entonces vivía en París. La Cenerentola fue escrita en Italia, en el período más fecundo de su vida, en 1817, el año siguiente al del estreno del El Barbero de Sevilla, su ópera cómica más famosa. Acá podemos escuchar la obertura, que ya nos pone en ese chispeante clima de comedia, por orquesta del Met de Nueva York bajo la dirección de Maurizio Benini.

viernes, 24 de septiembre de 2010

La Cenerentola - Don Magnifico

En la ópera La Cenerentola no hay madrastra, como en el cuento de Charles Perraul, sino un padrastro, Don Magnifico, que sólo piensa en casar a alguna de sus dos hijas y poder así salvar su muy comprometida situación financiera. La herencia de su hijastra ya la dilapidó. Acá escuchamos un aria del segundo acto en la "magnífica" interpretación de Enzo Dara.

DON MAGNÍFICO: Yo he jugado con las dos y venceré sea cual sea la elección.Entre las dos él no escapará;¡Ah!, veréis, veréis,hijas benditas,¡cómo se hablará de mí en los periódicos! Es el momento oportunopara ponernos en pie. Lo sabéis, estoy endeudado.Hipotecado a vender mis botas a la criada.Pero la vida continúa y ¡se me agobiará con súplicas! Mi único deseo como padre es este,que redactéis la petición a mi modo.Nos entenderemos entre nosotros;hijas de mis entrañas, en vosotras confío.Cualquiera que sea la hijaque en breve accederá al trono,¡ah! no dejéis abandonadoa un magnífico papá.Ya me veo a éste o aquélllevándoseme a un rincón,y, quitándose el sombrero,comenzar: Señor barón,¿a su real hijallevaría un memorándum?Tenga: para chocolate,y un doblón bien acuñadome desliza mientras tanto.Yo contesto: Pues sí, veremos.¿Es de peso? Hablaremos.A palacio podéis entrar.Ahora cambio: y agradabletoda olores, toda pomadas,ante mi se inclina una jovencon suspiros y cumplidos:¡Baroncín! No os olvidéisdel asunto y ya me entendéis...Sin dinero habla a los sordos.La manita al pronto extiende,deja caer una piastra.Yo, galante: ¡Bellos ojillos!¡Ah! ¡Qué no haría yo por vos!¡Yo deseo contentaros!Me despierto a mediodía:apenas hago sonar la campanilla,y ya veo en torno al lecho un montón de suplicantes: éste pide protección; aquél que un entuerto enderece; uno querría un trabajito, otro una cátedra y es un borrico, uno la exclusiva de la aguja, otro de la pesca de la anguila, y entretanto en todas partes me inundarán y atiborrarán de memorias y peticiones, de gallinas, de esturiones, de botellas, de brocados, de candelas y escabeche, de buñuelos y pasteles, de confituras, de confites, de piastras, de doblones, de vainilla y de café. Basta, basta: no traigáis más: acabad: ¡marchad!Cierro puertas con cadenas: inoportunos, enojosos, fuera, fuera, alejaos. Pronto, pronto, fuera de aquí.

DON MAGNÍFICOYo he jugado con las dos y venceré sea cual sea la elección.Entre las dos él no escapará;¡Ah!, veréis, veréis,hijas benditas,¡cómo se hablará de mí en los periódicos! Es el momento oportunopara ponernos en pie. Lo sabéis, estoy endeudado.Hipotecado a vender mis botas a la criada.Pero la vida continúa y ¡se me agobiará con súplicas! Mi único deseo como padre es este,que redactéis la petición a mi modo.Nos entenderemos entre nosotros;hijas de mis entrañas, en vosotras confío.Cualquiera que sea la hijaque en breve accederá al trono,¡ah! no dejéis abandonadoa un magnífico papá.Ya me veo a éste o aquélllevándoseme a un rincón,y, quitándose el sombrero,comenzar: Señor barón,¿a su real hijallevaría un memorándum?Tenga: para chocolate,y un doblón bien acuñadome desliza mientras tanto.Yo contesto: Pues sí, veremos.¿Es de peso? Hablaremos.A palacio podéis entrar.Ahora cambio: y agradabletoda olores, toda pomadas,ante mi se inclina una jovencon suspiros y cumplidos:¡Baroncín! No os olvidéisdel asunto y ya me entendéis...Sin dinero habla a los sordos.La manita al pronto extiende,deja caer una piastra.Yo, galante: ¡Bellos ojillos!¡Ah! ¡Qué no haría yo por vos!¡Yo deseo contentaros!Me despierto a mediodía:apenas hago sonar la campanilla,y ya veo en torno al lecho un montón de suplicantes: éste pide protección; aquél que un entuerto enderece; uno querría un trabajito, otro una cátedra y es un borrico, uno la exclusiva de la aguja, otro de la pesca de la anguila, y entretanto en todas partes me inundarán y atiborrarán de memorias y peticiones, de gallinas, de esturiones, de botellas, de brocados, de candelas y escabeche, de buñuelos y pasteles, de confituras, de confites, de piastras, de doblones, de vainilla y de café. Basta, basta: no traigáis más: acabad: ¡marchad!Cierro puertas con cadenas: inoportunos, enojosos, fuera, fuera, alejaos. Pronto, pronto, fuera de aquí.DON MAGNÍFICO: Yo he jugado con las dos y venceré sea cual sea la elección.Entre las dos él no escapará;¡Ah!, veréis, veréis,hijas benditas,¡cómo se hablará de mí en los periódicos! Es el momento oportunopara ponernos en pie. Lo sabéis, estoy endeudado.Hipotecado a vender mis botas a la criada.Pero la vida continúa y ¡se me agobiará con súplicas! Mi único deseo como padre es este,que redactéis la petición a mi modo.Nos entenderemos entre nosotros;hijas de mis entrañas, en vosotras confío.Cualquiera que sea la hijaque en breve accederá al trono,¡ah! no dejéis abandonadoa un magnífico papá.Ya me veo a éste o aquélllevándoseme a un rincón,y, quitándose el sombrero,comenzar: Señor barón,¿a su real hijallevaría un memorándum?Tenga: para chocolate,y un doblón bien acuñadome desliza mientras tanto.Yo contesto: Pues sí, veremos.¿Es de peso? Hablaremos.A palacio podéis entrar.Ahora cambio: y agradabletoda olores, toda pomadas,ante mi se inclina una jovencon suspiros y cumplidos:¡Baroncín! No os olvidéisdel asunto y ya me entendéis...Sin dinero habla a los sordos.La manita al pronto extiende,deja caer una piastra.Yo, galante: ¡Bellos ojillos!¡Ah! ¡Qué no haría yo por vos!¡Yo deseo contentaros!Me despierto a mediodía:apenas hago sonar la campanilla,y ya veo en torno al lecho un montón de suplicantes: éste pide protección; aquél que un entuerto enderece; uno querría un trabajito, otro una cátedra y es un borrico, uno la exclusiva de la aguja, otro de la pesca de la anguila, y entretanto en todas partes me inundarán y atiborrarán de memorias y peticiones, de gallinas, de esturiones, de botellas, de brocados, de candelas y escabeche, de buñuelos y pasteles, de confituras, de confites, de piastras, de doblones, de vainilla y de café. Basta, basta: no traigáis más: acabad: ¡marchad!Cierro puertas con cadenas: inoportunos, enojosos, fuera, fuera, alejaos. Pronto, pronto, fuera de aquí.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Leoš Janáček, Cuarteto para cuerdas Nro 2, Cartas íntimas



Janácek escribió su segundo cuarteto para cuerdas poco antes de morir. Lleva por título cartas íntimas, en referenca a las más de setecientas cartas que le escribiera, como ya dijimos, a Kamila Stösslová. Ella no tenía práctimamente interés por la música y no tenía siquiera una noción del lugar que ya ocupaba Janácek en el panorama musical europeo. Aquí escuchamos el primer movimiento por el cuarteto Vlach de Praga.

martes, 14 de septiembre de 2010

Leoš Janáček - Sonata 1. X. 1905


El primero de octubre de 1905 Janácek presencia una marcha en apoyo al establecimiento de una universidad checa en Brno, su ciudad. Ve como un trabajador es asesinado e inmediatamente después inicia la composición de una sonata para piano. Al poco tiempo del estreno quema el tercer movimiento, una marcha fúnebre, y al tiempo arroja el resto de la sonata a las aguas del Vltava, el río de Brno (¡nombres fáciles de pronunciar estos chechos!). Afortunadamente la pianista que la estrenó había guardado una copia, aunque recién lo dijo en 1924 (¡tal vez conocía muy bien a Janácek!), cuando fue reeditada en su formato definitivo de dos movimientos. Acá escuchamos el conmovedor segundo movimiento, "La muerte". La interpreta Rudolf Firkusny.

Tanto en lo político como en lo musical Janácek era profundamente anti-austríaco y anti-alemán (no olvidemos que Chechoslovaquia y Moravia eran por aquel entonces parte del Imperio Austrohúngaro) y muy admirador de todo lo eslavo y especialmente de lo ruso. El texto sobre el que se basa Katia Kabanova es una obra de teatro rusa, La tormenta, de Alexandr Ostrovski (1823-1886)

lunes, 13 de septiembre de 2010

La curiosa vida de Leos Janácek


Curioso destino el de Leos Janácek (1854-1928), músico checo o moravo, según la fuente que consultemos. Casi toda su obra la escribió después de los cincuenta años, y la gran mayoría después de los sesenta y dos. Aunque nació antes que los compositores de la última etapa del romanticismo, Gustav Mahler, Richard Strauss, Hugo Wolf, su música más caracteristica corresponde al espíritu y sonido de la generación más joven. Destino muy trágico, tuvo que vivir la muerte de sus dos únicos hijos. A los sesenta y tres años se enamora de Kamila Stösslová, una joven mujer casada, 38 años menor que él, que sería su fuente de inspiración de allí en adelante. Se conservan cerca de 730 apasionadas cartas que le escribió. Fue inspirado en ella que compuso Katia Kabanova, estrenada en 1921.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El rey que no superó a papi


Jerjes I, rey de Persia, vivió aproximadamente entre el 519 y el 465 a.c. Quizo vengar (y superar, supongo) a su padre, Darío I, que había sido derrotado por los griegos en la batalla de Martón, en la primera guerra médica. Jerjes desata entonces la segunda, no tanto contra los griegos sino contra la alianza de atenienses y espartanos (muchas otras ciudades griegas se aliaron con los persas). Si bien los atenienses no la pasaron nada bien (Atenas fue saqueada y destruida) a la larga fue una victoria griega. O sea que finalmente Jerjes no logró superar a papito.
De todo esto no hay nada en la ópera Serse, que sólo toma del rey persa el nombre y dos episodios circunstanciales relatados por Heródoto. El primero es que en una ocasión se fascinó tanto con un plátano que lo colmó de adornos e incluso lo puso bajo la protección de un guardia (los analistas ya se estarán preguntando cómo se dice plátano en persa - no sé). Este episodio es el que da lugar al aria más famosa de la ópera y posiblemente de Handel, Ombra mai fu.
El otro episodio es la construcción de un puente de barcos para cruzar el Helsponto, el estrecho que une Europa con Asia (ya sé, es curioso decirlo así ya que Europa y Asia están unidas, pero ustedes me entienden). Excepto esas dos referencias, toda la ópera es una invención que sólo toma de Jerjes el nombre, no guarda ninguna fidelidad histórica.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Kathleen Ferrier canta Ombra mai fu

Serse se incia con el aria más famosa de Handel, Ombra mai fu, muy concocida también en una transcripción instrumental conocida como Largo de Serse.

Aquí la podemos escuchar por la muy muy grande Kathleen Ferrier (1912-1953). Sí, ya sé, el sonido no es muy bueno, pero es una de las voces más sublimes que existen.